El antídoto para la preocupación, aun en esta contingencia
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias” (Filipenses 4:6).
¿Y si me quedo sin trabajo? ¿Si contraigo esa enfermedad? ¿Si se me acaban los víveres? Y lo más difícil: ¿Y si yo o un ser querido muere? Estas y un centenar de dudas son la principal plaga en medio de estos tiempos de pandemia. Desgraciadamente, la plétora de noticias, memes, falsas noticias y consejos mil tienden a alimentar esos temores en vez de darnos calma.
Este versículo del apóstol Pablo nos anima a dejar de preocuparnos y, en vez de ello, llevemos nuestras preocupaciones al único que podrá solucionar la mayoría de ellas, a Dios. A la vez, nos recuerda que lo hagamos con acción de gracias. Podemos darle gracias porque sabemos que están en sus manos. Demos gracias también por lo que sí tenemos y recibimos en cada momento.
Estadisticamente, la mayoría de las cosas por las que nos preocupamos ¡nunca suceden! Sin embargo, de alguna manera creemos que ese esfuerzo y aun esos desvelos servirán de alguna manera para resolver nuestros problemas. En realidad, no es así. Como nos recuerda Jesús en Mateo 6, el estar ansiosos no hará que aumentemos ni un milímetro de estatura, o según otra traducción, no añadirá ni una sola hora a nuestros días. Además, nos exhorta a vivir para el día de hoy:
“No se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas”.
¿Te has fijado que cuando expresas la gratitud, te quejas menos? Piénsalo; hay mucho que agradecer. En estos días de primavera, el cielo está azul y las jacarandas que están floreciendo alegran el paisaje. Ya pasó el frío del inverno. Si estamos reunidos con nuestra familia, gracias a Dios. Si no pudimos viajar (como en mi caso), gracias a Dios porque estamos en casa, donde la cuarentena es más agradable. Si tenemos trabajo, gracias. Si estamos recibiendo solo una parte del salario, es mejor que quedarnos sin nada. Si hemos perdido el trabajo, es una oportunidad para ver cómo Dios puede proveer.
Gracias por la música que escuchamos, cantamos o tocamos y que eleva nuestros corazones. Gracias por nuestros seres queridos, por las conversaciones y las risas. Gracias por poder hacer llamadas de teléfono y animarnos mutuamente. Gracias por los videos de cantos, meditaciones y más que muchos están compartiendo; nos dan un enfoque positivo y muchos nos acercan a Dios. Gracias por más tiempo para leer en general, y espero que también para leer la palabra de Dios. Gracias por el empujón para hacer algún proyecto creativo, ya sea en cocina, manualidades, arte o carpintería.
Un ejercicio que ha ayudado a muchos –esto aun antes de la actual contingencia — es apuntar todos los días acciones de gracias. ¿Lo has probado? Aun los psicólogos han descubierto que sus pacientes cambian de actitud al apuntar, por ejemplo, tres cosas por las que están agradecidos a diario. Algo tan sencillo cambia tu enfoque y te permite ver que siempre hay razones para regocijarte.
Ya sé, es una cosa decirte: “Ten fe; no te preocupes” y es otra cosa que pongas en práctica esas palabras. Te animo a reconocer que no te toca “producir la fe” con esfuerzo propio. Pon tu vida en manos del Dios vivo que te ama más que nadie, y sabrás que ¡él es digno de tu confianza! Y él mismo puede producir esa fe en ti.
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Filipenses 2:8).