El día más oscuro de la historia

Margie Hord de Mendez
4 min readApr 10, 2020

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Si te preguntara qué día, en tu opinión, fue el día más oscuro de la historia, podría esperar una variedad de respuestas. Algunos podrían referirse a algún catástrofe como el gran incendio o conflagración de Roma, que en realidad duró seis días. Otros podrían sostener que, por lo menos en su memoria, fue el trágico derribo de las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, donde miles fallecieron en el infierno que resultó.

Sin embargo, me atrevería a decir que el día que ahora llamamos Viernes Santo fue no literalmente sino también espiritualmente el día más oscuro de la historia, y a la vez un día que ofreció también destellos de luz.

¿Alguna vez has visto un eclipse? La oscuridad parcial dura varias horas, mientras la luna gradualmente va “tapando” el sol y gradualmente lo revela otra vez. Sin embargo, la oscuridad total dura solo un tiempo breve, de entre menos de un minuto hasta casi tres minutos, según la ubicación.

En ese día de la Pascua judía hace tantos años, la duración de esas terribles tinieblas fue mucho mayor que aquel de cualquier eclipse normal. Durante tres horas largas, las tinieblas oprimieron “toda la tierra”.

Nadie había llevado antorchas ni linternas.

Imagina el temor y el horror. Aun los que habían sido testigos de eclipses se habrán dado cuenta de que este no era como ningún otro. Sin duda algunos imaginaban que se avecinaba el fin del mundo.

En el momento en que Jesús entregó su espíritu, un pavoroso temblor sacudió la tierra, aumentando así el sentido de terror que prevalecía. Se partieron rocas, se abrieron tumbas, y algunos creyentes que habían muerto volvieron a la vida y aparecieron a muchos. El mismo centurión romano y los que estaban con él, seguramente de trasfondo pagano, al presenciar los hechos inusuales que ocurrieron a la hora de la muerte del nazareno, “quedaron aterrados y exclamaron: “¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!”

Espiritualmente, también, fue el día más oscuro. “Dios hecho hombre” parecía estar destruido y vencido. El Mesías mismo clamó a su padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El peso del pecado de toda la humanidad hizo que se destrozara su corazón; poco antes, al anticipar ese momento, había sudado gotas de sangre. En el momento de la Crucifixión, el Padre tuvo que dar la espalda a su amado Hijo cuando cargó la terrible totalidad de la maldad humana.

En ese día aparentemente carente de esperanza radican también las semillas de la promesa. Seguramente había aquellos que susurraban: “¿No predijo que se levantaría de la muerte?” Los muertos que acababan de resucitar también habrán hecho que suscitara la esperanza.

La luz irrumpía en esa oscuridad que parecía ser tan completa.

Así como una semilla tiene que ser enterrada y “morir” antes de producir vida, el Mesías tuvo que morir antes de que pudiera mostrarnos su victoria sobre la muerte. La mayoría de los judíos, aun los discípulos más cercanos de Jesús, no comprendían que vez tras vez el Antiguo Testamento había profetizado que tenía que sufrir. Aun los doce habían hecho oídos sordos a las predicciones de su Señor.

El día más oscuro de la historia ¡fue el preludio necesario al día más victorioso de la historia, tres días después! Solo al ver el panorama completo podemos comprender por qué ese “viernes santo” (en inglés “Good Friday” o “viernes bueno”) era realidad bueno y santo.

Que nunca olvidemos que aun en esos días cuando parecen reinar las tinieblas, Dios nunca cesa de estar obrando en nuestras vidas.

Por ese día tan terrible y por su antítesis el primer día de la semana siguiente… hoy, hay luz para ti y para mí.

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Margie Hord de Mendez
Margie Hord de Mendez

Written by Margie Hord de Mendez

Canadian-Mexican linguist and translator, Margie loves to write about cross-cultural living, faith, family, aging gracefully… and more!

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