Pececitos y pan: Una versión moderna

Margie Hord de Mendez
2 min readSep 29, 2020

--

Recientemente nuestra familia sufrió una pérdida financiera. Experimentamos frustración además de preocupación en cuanto al futuro. Esto ocurrió cuando todo el mundo caía en picada por la pandemia del 2020, así que significaba que ya nos sentíamos bastante alarmados por esa situación. ¡Una crisis más!

Uno de mis nietos se me acercó para preguntar quién había sido afectado por la pérdida. Aunque me preguntaba por qué quería saberlo, le expliqué que tanto sus papás como yo habíamos sido afectados.

No tardó mucho en regresar el pequeño para darme cinco moneditas de a peso. Después, con mucha generosidad compartió monedas con sus papás también. Su acción tan tierna tocó nuestros corazones de una manera tremenda. ¡Probablemente era todo lo que poseía! Pero de ninguna manera podíamos rechazar su ofrecimiento, pues nacía del amor.

Vinieron a mi mente semejanzas con otro niño, hace muchos siglos. Al escuchar de la necesidad de miles a su alrededor que no habían comido, no vaciló en ofrecer su almuerzo, lo que en México llamaríamos “su itacate”: dos pececitos — ¿quizás como sardinas? — y cinco panes. Podemos imaginar que esos panecillos eran como los panes planos que siguen consumiéndose en el Medio Oriente. Quizás el equivalente actual en nuestra cultura sería un par de sándwiches de atún.

No había duda en la mente de aquel niño de que su contribución, por ridículo que habría parecido ante la necesidad de tal multitud, era importante. Y lo fue. Dios honró esa generosidad y multiplicó ese almuerzo para muchos miles… ¡y hubo sobrantes!

¿Será que los discípulos arrugaron las narices ante ese don extraño e irrisorio? No lo sabemos, pero por lo menos le hicieron a Jesús saber que era todo lo que estaba disponible. No dudo que algunos hayan suprimido una risita de disdeño. La mamá del chico quizás se sintió conmovida, y a la vez temerosa de que su hijo pasara hambre.

Ojalá que todos tuviéramos corazón de niño, no limitado por la duda y la “realidad”, ¡en contraste con la fe! Que comprendamos que, sin importar lo poco que podamos dar a otro, Dios lo puede utilizar. Puede usarlo para llevar a cabo milagros. Es verdad que el pensamiento vale más que el regalo. El amor bendice más que el objeto o el dinero.

“Es más bienaventurado dar que recibir”.

Aprendí esto de un muchacho que vivió hace mucho tiempo, y de uno en mi vida… ¡justo ahora!

--

--

Margie Hord de Mendez
Margie Hord de Mendez

Written by Margie Hord de Mendez

Canadian-Mexican linguist and translator, Margie loves to write about cross-cultural living, faith, family, aging gracefully… and more!

No responses yet